En medio de una época en la que la mayor parte de la música popular forma parte de un sistema que entendió cómo devorarla para que responda a sus propios fines, sin molestar, nos quedan las dos o tres bandas que “no se venden” y las miles que no pueden llegar al público masivo...
Aquellos artistas del rock de las décadas pasadas que buscaban penetrar más allá, atravesar las puertas a cualquier precio (incluso el de la muerte) ya casi no existen. Hoy la mayoría de los nuevos grupos, sobre todo los famosos a nivel mundial, están bien adaptados a la sociedad a la que pertenecen y, aunque muchas veces no es intencional, responden a las necesidades que esta requiere para perpetrar su estructura. Jim Morrison, Kurt Cobain, Jimmy Hendrix, Luca Prodan y tantos más, ya no existen.
Al hablar de este tipo de personajes surgen inquietudes inevitables: ¿es la autodestrucción, como respuesta a una sociedad hipócrita, digna de admiración? ¿Los rockeros tienen que pasar por sobredosis de drogas y alcohol para ganarse ese nombre? ¿Es una pose para lograr una imagen que venda o son momentos reales de desesperación? Es difícil jugarse por una respuesta unívoca. En mi opinión, hay de los unos y de los otros.
Hace tiempo ya que se viene juzgando a Charly por sus actos, pero mucha de la gente de este país no puede negar que, en alguna medida, más que juzgarlo, sufre con él. Charly no anda con poses. Charly llegó más allá de todo, cruzó las puertas, buscó y encontró. Aquellos artistas que no se quedan con el discurso cotidiano, que entienden que la realidad es frágil y selectiva, buscan. Y la elección de conectarse con algo distinto, a veces, no tiene un retorno feliz. Para alguien como él, que entendió que la sociedad de las capitales se alimenta con grasa, que las instituciones nacieron para reprimir la libertad del individuo, que Alicia no puede contar lo que vio a través de aquél espejo, que no van a dejarlo salir, que existe un transformador que te consume lo mejor que tenés, que nos están golpeando todo el tiempo, que están pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir tan normal; para alguien cómo él, que nació con Videla y sin poder, que luchó por la libertad pero nunca la pudo tener, tal vez no sea tan extraño pasar hoy el tiempo demoliendo hoteles.
Charly es lo que queda de aquella búsqueda, de aquel rock que creía que podía inmiscuirse por los agujeritos de la realidad para romperla en mil pedazos. Tal vez no sea necesario para eso morir de una sobredosis, ojalá que no. Nadie quiere que sufra. Cada nueva aparición en los medios tiene una inmediata repercusión en el país, que tanto le debe y que quiere acompañarlo. Ahora Charly se está recuperando. ¿Recuperando de las ganas de demoler teles? Esperemos que no.
Paula
Imagen: Carlos Ardohain
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Paula, muy bueno lo que escribiste!
ResponderEliminarAna.